miércoles, 30 de abril de 2008

De Post Porn Modernist 3: Annie Sprinkle, deseo-ausencia, deseo-flujo

La exhibición es uno de los territorios, en el que se cumple una pulsión por demás codificada. El impulso escópico es un impulso obsceno, y de ahí pueden decirse por lo menos tres cosas. Si bien es cierto que en su dinámica expositiva A Public Cervix Announcement está dentro del exhibicionismo (y por tanto más cerca del Peep Show y el Strip Tease que de la documentación fisiológica, aunque a años luz de los tres, como señala Giménez -2004), también lo es que no puede dejar de activar el deseo-ausencia, siempre bajo la pulsión por ver más. Sería muy pretencioso apuntar que la facultad para explorar visualmente una región genital reservada para la ginecología consuma la realización del deseo. Es irónico que la pantalla-tamiz, en tanto nos proteje de lo real en cuanto traumático mediante la identificación de lo simbólico, sea la misma que impide esa realización. La mirada parece entonces un gran engaño, dado que de un modo u otro, mediante un único sentido, el deso nunca será consumado. «Siempre queremos ver más» Ninguna de las formas de la pulsión de vida: ni el cuerpo materno, ni procreación, ni goce orgásmico, ni nada que se le parezca. Tal vez se nos dirá que por eso el deseo construye al fantasma, y que es ese agente con el que se debe luchar para alcanzar la utopía de la sociedad desublimada. Al final, no todos tenemos la suerte de realizar la posesión de la madre como Edipo o como David en Artificial Intelligence (Steven Spielberg, USA, 2001). Probablemente también se nos dirá que el deseo nunca obedece a una percepción ni a un plan, y que por tanto su realización no puede esperarse a través de un único sendero. Como hemos advertido, en una visión panorámica de la modernidad, el deseo-ausencia se opone al placer, pero lo es porque la ausencia es la travesía necesaria, el camino para llegar a una consumación. Por tanto aparece como el inicio de un programa, encarnado en el rescate de la madre posterior a su abandono. Pensar así el deseo es concebirlo desde una promesa, y una promesa es siempre razonada (a menos que venga codificado genéticamente, como arquetipo). Si el deseo es libidinal, entonces no puede ser programado ni condicionado, y menos aún homologado con una herencia religiosa que se mantiene en un falaz silencio sólo para incorporarse como uno de los tantos metarrelatos de la modernidad.

Si de alguna forma podemos definir a la modernidad es por su ideal de progreso. Como rasgo característico, la modernidad opera con el presupuesto de un estado permanente de deseo, constantes ausencias que se aglutinan en la existencia del fantasma psicoanalítico. La promesa del futuro mejor hace común al principio del placer, la parusía judeocristiana, y el eterno ideal del progreso. Pero este progreso no sólo se caracteriza por el ideal del futuro mejor, también puede comprenderse desde su oposición con la barbarie. Esa condición del bárbaro libidinal abre otra línea para la consideración del deseo, en el que ya no es ausencia sino flujo. Ahí podemos dejar de diseccionar a A Public Cevrix Announcement para comenzar a cartografiarla. El principio general es por demás sencillo: si el deseo obedece a una pulsión libidinal, entonces no sucederá por una ausencia, una prohibición o una realización: sucederá por una saturación que excede la corporalidad del individuo al que libidinalmente no le hace falta nada. (Lyotard, 1990: 11). Es propiamente la sobreabundancia que desestructura la individualidad durante el erotismo. (Bataille, 1997). En este momento de la acción de Sprinkle nos encontramos con una libido propia de cada una de las corporalidades de los asistentes. Esa libido será susceptible de ser reconocida como intensidad, y tendrá la cualidad de colmar los propios límites de la corporalidad. En un plano ideal, el exceso de intensidad se desterritorializará del cuerpo por cualquiera de sus máquinas deseantes, claro que en la acción a la que nos referimos lo hará mediante la mirada. El flujo de intensidades se fragmentará en las máquinas de visión para reescribirse como línea de otra naturaleza, y así, territorializará el cuerpo que se muestra, realizará un agenciamiento. Cabe la pregunta sobre el origen de la intensidad. La realidad es que el origen se escribe desde su multiplicidad, similar a las líneas de desterritorialización. De entre todas ellas cabe la posibilidad de Sprinkle prometiendo mostrar su genitalidad. Sabemos que en ese sentido el programa del deseo-ausencia parecerá reivindicado, y de ser así, sabemos que la realización edípica parecería el ideal de una utópica cultura sin malestares. No podemos negar la incitación de lo por-venir que en Post Porn Modernist ha hecho Anya (la mesiánica forma de Ellen Steinberg). Lo único es que en la línea teórica del deseo-flujo, la promesa que parte de una ausencia no es el único camino, dado que Edipo no es el punto último de nada.

Pero también hay un tercer camino, aunque sea muy grande la tentación por no verlo y así perpetuar una oposición. Nuestra tercera posibilidad es la del artificio, nuestro regreso metodológico a la escena seductora; aunque por ser un impulso por mostrar más, por ver más, se antoja que esta se diluya en el principio opuesto, el de la obscenidad. “Es ésta una visión ginecológica, donde queda poco espacio para la imaginación o para el deseo.” (Giménez, 2004). La desnudez radical, la mirada absoluta, la caída de todos los velos, eso es la obscenidad. La completa certeza, el devenir-real y el extremo de la simulación son los caminos de su búsqueda. La documentación fidedigna, la respuesta científica y la verdad incuestionable son su más preciada meta. (Baudrillard, 1997: 51-73). Sprinkle cumple al pie de la letra la promesa de la anatomía como destino: reduce todo su cuerpo libidinal a la genitalidad, planteando así un devenir que la aleja de la multiplicidad corporal femenina para acercarla a un símil fálico de la masculinidad. Lo simbólico parece cristalizarse en su más infantil versión, pero Sprinkle intuye la manera de subvertirla. En un acto que responde al impulso de develamiento de la pornografía, A Public Cervix Announcement excede el límite simbólico al que responde el género, invitándonos a mirarlo todo debajo de su falda.

La acción de Annie está en el extremo obsceno, y la búsqueda en pos de ese límite se caracteriza por disolver al propio objeto de observación. “Annie Sprinkle inscribe en su cuerpo las concavidades de un sexo hiperbólico, más pornográfico que lo pornográfico.” (Giménez, 2007). La reducción de la distancia necesaria para develarlo todo es la hipertelia, y la condicionante hipertélica es que cuando la transparencia es demasiada es la misma transparencia la que no permite visibilidad, la que cancela toda mirada. Así, el desdoblamiento de los pliegues que conforman la subjetividad condicionan un inmenso territorio muy difícil de cartografiar, y correlativamente, implican la atención en un fragmento específico en donde la propia subjetividad es cancelada, devuelta a sus pliegues en un efecto de reversibilidad. Es la travesía de la seducción a la obscenidad y de regreso a la seducción. La seducción es el destino, y lo es por que al final del camino que trazamos en pos de una certeza, con todos los principios que conforman al sujeto, siempre nos encontraremos con el regreso a la incertidumbre. El código pornográfico es entonces un detenimiento en este sendero. Si la línea de fuga va en busca de realizar obscenamente la genitalidad y su fisiología, el alto ocurrió en un punto que nos resulta placentero desde su certeza, pero no por eso es el final del camino. La transición parece haber sido detenida por el código con el que se ilustra: una manera para detener un devenir que evidentemente no sabe de pausas. El camino para una post-pornografía que opera desde el código se inicia con Post Porn Modernist; ahí es donde la intensidad arrastra a un deseo capaz de producirlo todo salvo un fantasma. “[…] la descodificación de la representación es siempre un trabajo semiótico abierto del que no hay que prevenirse sino al que hay que atacarse con reflexión, discurso crítico y acción política.” (Preciado, 2007).

El regreso de la reprimida seducción sucede desde la transparencia del mal; es un giro en el que la artificialidad otrora del objeto, opera desde una subjetividad que en apariencia sólo sabe obedecer. El mal se manifiesta desde el incondicional cumplimiento de la ausencia, la mayor confrontación con la promesa de lo por-venir. Es la máxima acción contestataria de lo femenino. “[Desde un post-feminismo] una de las virtudes del porno es que es antirromántico, pues cuanto más sometidas hayan estado las mujeres a la ideología del amor romántico, más podrán ganar al apoyar una antiestética que lo desafíe.” (Kauffman, 2000: 88). Este plano no es exclusivo de la estrella porno, pero sí de un sexo liberado, «pro-sexo», le llaman las post-feministas; referido como la construcción de plataformas políticas de resistencia al control y la normalización de la sexualidad mediante el cuerpo y el placer femenino (Preciado, 2007). Desde nuestra masculinidad, podemos ubicar a la femme fatale como la figura mítica de esta búsqueda en un imaginario post-industrial. Su estrategia es por demás simple: sólo necesita manifestar semiológicamente lo que es evidente en sus propios signos. Aunque paradigmatica, la historia del cine nos ha mostrado una en la década de los cuarenta y otra que se desarrolla en los noventa. La primera tiene que ver con alguna disfunción que altera el orden social, la segunda es a la que nos referimos. “Everybody says she’s looking good and the lady knows it’s understood” (Kiss, 1974). Esta divergencia también se ilustra con la construcción de una escena, pero construida desde el reconocimiento de un deseo ausente o fluyente del otro. La femme fatale completa esa ausencia o bien permite la intensidad del otro en su propio territorio, pero se esgrimirá como un objeto de fascinación, como aquel que guarda algo inalcanzable porque fractura la sexualidad de ambos al trasladar el artificio de una meseta a otra: transmuta el orden del seductor porque pasa del si pero no (al que él está acostumbrado) al sí pero sí, que en el fondo guardará siempre un no rotundo que ya no se estratifica en la ruptura de una sexualidad reprimida. La escena que muestra lo que antes se ocultaba para desviar el ocultamiento a otro plano, es la más terrible de las estrategias, frente a ella no es viable ni la más elaborada respuesta ni las más pura inmanencia, porque la lógica de la cacería y la persecución se activan irremediablemente. “¿Porqué actúas como si sólo fueras una fría manipuladora, cuando realmente eres sólo una fría manipuladora?” (Zizek, 2000: 12). Así la fractura se dirige a la certeza de la subjetividad. Al haber tendido esa trampa, el fatal destino es seguro.

Annie Sprinkle es una de las grandes referencias en la industria del sexo de los setenta. Actriz prono, desnudista y prostituta, siempre supo mantener la ilusión erótica en su imagen y su performática, usándola como vehículo para responder a la demanda propia de la industria. Así tendió durante mucho tiempo la trampa desde una artificialidad que le garantizaba ser la efigie seductora. Fatal destino para quien la encontrara, porque el consumidor garantizaba su sometimiento mediante su apuesta por la subjetividad. Con A Public Cervix Announcement, Annie Sprinkle hace que esa estrategia de la fatalidad se haga evidente. Poco es lo que un consumidor puede realizar frente a la más terrible de las estrategias, coartado está el campo de seguridad en el que el hombre escribe su más simple pornografía, el devenir trazado por el impulso escópico rompe su detenimiento y continúa. Es el momento de la re-escritura del código mediante la trama post-pornográfica.


Trabajos citados

Bataille, Georges. (1957) 1997. El erotismo. Trad. Antoni Vicenz. México: Tusquets.
Baudrillard, Jean. 1998. De la seducción. Trad Elena Benarroch. Madrid: Cátedra.
Giménez, Fabián. 2007. “Cuerpo explícito: anatomías de la abyección en los performances de Sprinkle, Flanagan y Orlan”. En Discurso Visual no. 9. México: CENIDIAP-INBA. Artículo reproducido en hipervínculo: http://discursovisual.cenart.gob.mx/dvwebne9/agora/agofabian.htm, consultado el 16 de marzo de 2008.
Giménez, Fabián. 2004. Obscenidad a la mexicana: los juegos transestéticos de Rocío Boliver. En Henciclopedia, hipervínculo http://www.henciclopedia.org.uy/autores/FGimenez/Obscenidad1.htm, consultado el 16 de marzo de 2008.
Kauffman, Linda S. (1998) 2000. Malas y perversos: Fantasías en la cultura y el arte contemporáneos. Trad Manuel Talens. Madrid: Cátedra.
Kiss. 1974. Kiss: Track 1: “Strutter” (Simmons, Stanley). Casablanca: NY (LP).
Lyotard, Jean-François. (1974) 1990. Economía libidinal. Trad. Tununa Mercado. Buenos Aires: Fondo de cultura económica.
Madonna. 1989. Like a Prayer: track 2 “Express Yourself” (Bray, Madonna). Warner Bros: Los Angeles. (LP)
Preciado, Beatriz. 2007. “Después del feminismo. Mujeres en los márgenes”. En El País, 13-01-2007. Madrid. Artículo reproducido en hipervínculo: http://www.nodo50.org/feminismos/spip.php?article134, consultado el 16 de marzo de 2008.
Zizek, Slavoj. 2000. The Art of the Ridiculus Sublime: On David Lynch’s Lost Highway. University of Washington.